Encuentro de Escobas

Olalla Iglesias, nos relata el encuentro de Luna llena del 11 de Noviembre.

“Encuentro de Escobas”

El lunes 11 de Noviembre fue un día importante: ocho mujeres desempolvamos nuestras escobas. Yo la mía la tenía en un armario mal cuidada, la verdad. Así que me pasé todo el día arreglándole las bujías, engrasando el manillar, peinando los pelos del cepillo, hidratándolos con manteca y barnizando el mango. Le cosí unas flores secas y también le colgué algunas plumas. Mi escoba es sofisticada, así que tiene dos retrovisores, los cuáles limpié con vinagre de manzana.

Cuando llegó la hora, entre nervios e ilusión me puse mis mejores galas, salí al jardín, me monté y salí volando. Hacía mucho tiempo que no sentía yo ese viento frío en la cara. Esa ligereza y esa libertad de mostrarme al cielo tal y como soy. Como era luna llena había buena visibilidad. Adoro volar en noches de luna llena. Pude comprobar que esto de montar en escoba es como montar en bici, nunca se olvida, y me permití cantar alto y hacer algún vuelo acrobático.

Poco a poco fuimos llegando al sitio de encuentro. Vestíamos brillo en los ojos, especiales para la ocasión y también nuestros mejores amuletos y cuarzos, todas hermosas por dentro y por fuera, todas vestidas y también desnudas. Algunas no nos conocíamos, pero nos reconocimos al momento: la misma forma de posicionarnos en el mundo, de vivir a veces escondidas, de no compartir cotidianamente nuestros sentires, de filtrar qué conversación tengo con quién, de sentir y respirar, de buscar mucho dentro, muy al fondo de nosotras mismas, y saber encontrarnos.

El espacio estaba muy cuidado, un altar precioso con los elementos naturales necesarios para apelar a nuestra conexión con lo natural; ofrendas a los ancestros para mostrar nuestra veneración, velas para solicitar protección a la luz, esencia de ámbar rojo para enraizar en la tierra, humos de plantas sanadoras para limpiar energías y un taco de cartas de los maestros ascendidos para solicitar acompañamiento en esta etapa.

Ayer ocho brujas y una pequeña aprendiz nos juntamos porque era un día especial. Luna llena de noviembre, el 11 del 11, eclipse de sol con mercurio retrógrado y una oportunidad de soltar lo ya no sirve y proyectar lo nuevo. Nos hemos reunido por eso y porque sabemos que compartirlo entre iguales refuerza nuestra energía. Sabemos que como mujeres tenemos dentro, en la cavidad uterina, mezclado con sangre, flujos, endometrio y óvulos, la capacidad de crear y materializar lo que hemos venido a hacer aquí. Nos hemos querido sin conocernos, nos hemos amado sin juicios ni expectativas, hemos compartido inquietudes y hemos soltado, hemos soltado mucho. Hemos hecho una escritura curativa y una escritura creativa, que nos ha permitido ser más conscientes del momento vital que vivimos, lo que ya no nos sirve, las cuestiones en las que queremos una transformación, en qué dirección queremos seguir creciendo, cuál es nuestra evolución interior y proyectar nuestras intenciones. Hemos hecho varios rituales y hemos plantado nuestras semillas en el corazón, de lo que queremos que sea, de lo que potencialmente ya está siendo.

¿Y sabéis qué?, también hemos comido, nos hemos reído, nos hemos emocionado, nos hemos agradecido y nos hemos abrazado. Y no, no hemos usado magia negra, ni pócimas, ni hemos hecho sacrificios. No tenemos verrugas en la nariz, aunque algunas sí tenemos gato negro. No somos un peligro público ni cazamos niños, no somos una amenaza a la iglesia ni echamos mal de ojo, el único conjuro es siempre con nosotras mismas.

En mi vuelta a casa, volando de nuevo en mi escoba, reflexionaba a cerca de porqué la gente ordinaria teme tanto a las brujas, o quizá debería decir  porqué a veces se teme tanto a las “mujeres”, y sigo sin encontrar respuesta.

Al sobrevolar mi casa, vi que me habían dejado las luces encendidas para cuando llegara, así que pude aterrizar suavemente sin darme contra ningún árbol. Volví a guardar mi escoba en mi armario secreto, no sin antes abrazarla y agradecerle esta escapada, prometiéndole(me) que en esta nueva etapa volveríamos a salir pronto y más a menudo. Entré en casa de puntillas, el brujo y el brujito dormían plácidamente, ajenos a todo mi entusiasmo, me metí en la cama y Marco murmuró “¿Qué tal la cena con las chicas?”, yo sonreí y contesté “bien amor, como siempre, una cena muy normalita.”

Olalla Iglesias,

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Muy pronto!

Mi Mente es un órgano invisible

Mi primer libro

Mª Antonia Trinidad